José
Gregorio Hernández Cisneros,
hijo de Benigno Hernández Manzaneda y Josefa
Antonia Cisneros, nació el 26 de octubre de 1864 en Caracas, Venezuela. Realizó
sus estudios básicos en el Colegio Villegas para iniciar después sus estudios
de medicina en la Universidad Central de Venezuela. Siempre fue un alumno
excelente que tenía las mejores calificaciones. Muere de una forma extremadamente
desafortunada en junio de 1919 luego de ser atropellado por uno de los únicos
automóviles en la época en el país.
Además de ser reconocido por la Iglesia
Católica como Venerable y (aunque no oficialmente) por varios creyentes como
Santo, no solamente es un médico, fisiólogo, filántropo y hombre destacable por
ello. También es uno de los responsables de la introducción del microscopio a
Venezuela, el fundador de las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental
y Bacteriología en la UCV, responsable de la instalación del Laboratorio
de Fisiología Experimental de Caracas, y entre otros logros científicos.
Hablando religiosamente, Hernández era un creyente firme del catolicismo, incluso
fue admitido a un monasterio en 1908. Es considerado santo por muchos por su
solidaridad con los necesitados, pobres y enfermos.
Un hombre cuyos valores inspiran a otros a
creer en una causa y a obrar en el bien por el otro es destacable, admirable y
relevante. Un hombre que inspira a otros a obrar de dicha manera incluso un
siglo después de su muerte es aún más relevante. Solo viendo la mitad del
panorama, José Gregorio Hernández es relevante por sus contribuciones a la Iglesia
y a los valores morales de las personas. Viendo el lado científico, este ser
cobra aún más importancia por los distintos conceptos que introdujo a nuestro país,
desde microscopios hasta cátedras de estudio y pasando por instalaciones. Quizás
no sea reconocido como un beato, pero si es realmente uno de los promotores del
saber y del bien en nuestro país.